
El reciente rechazo del Plan de Acción en Salud Mental en el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud se debe a un conjunto de factores. Por un lado está la disputa política y la polarización que tenemos hoy en día. Por otro, y de esto pretendo ocuparme en este post, un marco conceptual de los responsables en salud mental del Ministerio de Sanidad del que discrepamos una mayoría de profesionales de la Psiquiatría.
Hace más de cuarenta años se empezó a instaurar en España un modelo de atención en salud mental que se denominaba comunitario. Éste suponía el polo opuesto al modelo institucional- manicomial que se había heredado del franquismo. Se aprobó la Ley General de Sanidad en 1986, y se crearon los Centros de Salud Mental y muchos otros recursos. Esta es la estructura asistencial que tenemos hoy en día.
Sin embargo, la sociedad actual ha evolucionado mucho respecto a la que teníamos en los años 80. Tengo la impresión de que ahora hay menos apoyo mutuo, y que todo se ha institucionalizado de alguna manera. Creo que el sentimiento de comunidad ha cambiado en la sociedad. En sociología, una comunidad se define como un grupo de individuos que comparten ciertos elementos en común, como ubicación geográfica, valores, normas, identidad cultural, intereses o vínculos afectivos. Es una estructura social donde los miembros interactúan y construyen relaciones basadas en la interdependencia y la cooperación.
Ahora en la sociedad hay mayor pluralidad de valores, hay múltiples identidades culturales, los vínculos afectivos familiares existen como siempre, pero son más distantes por la emigración, las familias nucleares son más pequeñas, se tienen menos hijos, y éstos pasan más tiempo solos porque los padres tienen que trabajar más horas. El número de familias monoparentales también ha aumentado. Los hijos, al emanciparse, no pueden vivir en el mismo barrio que sus padres por la gentrificación y el coste de la vivienda. El porcentaje de personas ancianas que viven solas ha aumentado notablemente. Todos estos cambios han traído nuevos problemas de salud mental, por ejemplo, la explosión de trastornos psiquiátricos de los adolescentes que hace cinco años desbordó los recursos disponibles.
Que los problemas psiquiátricos tienen un componente social muy importante nadie lo duda. Tampoco se discute que aquellos pacientes que tienen mejor apoyo social y familiar suelen evolucionar mejor. Pero esto no hace que tengamos que apostar todo a la comunidad como única solución a los problemas. Y esto, a mi juicio erróneamente, es por lo que parece apostar el actual Ministerio de Sanidad. Ahora hemos saltado de la salud mental comunitaria de los años 80 al comunitarismo radical que encontramos en el Plan de Acción.
En este post voy a analizar qué es la filosofía comunitarista, y cómo ha impregnado el discurso en un grupo de profesionales de la salud mental, que ahora marcan el discurso del Ministerio de Sanidad.
La filosofía comunitarista
La filosofía comunitarista emerge como una respuesta a las corrientes individualistas predominantes en la modernidad, enfatizando la interdependencia humana y el papel central de la comunidad en la formación de la identidad y el bienestar de las personas. En el ámbito de la salud mental, el comunitarismo ofrece un enfoque alternativo a la concepción predominantemente biomédica y psicologizante de los trastornos mentales, proponiendo que el sufrimiento psíquico debe entenderse en su contexto social y relacional.
El Comunitarismo como alternativa al individualismo en salud mental
Las sociedades contemporáneas, marcadas por el individualismo y la fragmentación social, han promovido modelos de atención en salud mental que enfatizan la autonomía personal y la responsabilidad individual sobre el bienestar psicológico. Sin embargo, el comunitarismo desafía esta visión al subrayar que el individuo no existe en el vacío, sino dentro de una red de relaciones interpersonales que configuran su experiencia subjetiva.
Desde esta perspectiva, los problemas de salud mental no deben entenderse únicamente como fallos en el individuo, sino como manifestaciones de dinámicas sociales disfuncionales. Problemas como la depresión, la ansiedad y el trastorno de estrés postraumático pueden estar profundamente influenciados por factores como la precariedad laboral, el aislamiento social y la erosión del tejido comunitario. En este sentido, el comunitarismo sugiere que la atención en salud mental debe incorporar estrategias que fomenten la cohesión social y el apoyo mutuo.
Además, el enfoque comunitarista resalta el papel de la cultura y la historia de las comunidades en la configuración del bienestar psicológico. Por ejemplo, las comunidades con fuertes lazos intergeneracionales y tradiciones de apoyo mutuo suelen presentar menores tasas de problemas de salud mental en comparación con sociedades altamente individualizadas. Esto sugiere que la reconstrucción de espacios de convivencia y cooperación puede ser un factor clave en la promoción de la salud mental.
Aplicaciones prácticas del comunitarismo en salud mental
Prevención basada en la comunidad: una aproximación comunitarista a la salud mental enfatiza la importancia de fortalecer los lazos sociales como medida preventiva. Programas de apoyo vecinal, actividades de voluntariado y la promoción de redes de ayuda mutua pueden reducir la incidencia de trastornos mentales al ofrecer un sentido de pertenencia y apoyo emocional. Los estudios han demostrado que la participación en actividades colectivas puede mejorar el bienestar emocional y reducir el riesgo de enfermedades mentales.
Terapias con enfoque comunitario: Modelos terapéuticos como la terapia de grupo, la terapia familiar sistémica y los enfoques psicosociales encajan con la visión comunitarista. Estas intervenciones reconocen la interconexión entre el individuo y su entorno, promoviendo soluciones colectivas en lugar de tratamientos exclusivamente centrados en el paciente. La terapia basada en la comunidad también puede incluir intervenciones no convencionales, como las terapias ocupacionales y las actividades artísticas comunitarias. Estas estrategias permiten a los individuos encontrar un propósito compartido, facilitando su integración en la sociedad y reduciendo el aislamiento social.
Políticas públicas de integración social: en lugar de patologizar el sufrimiento y medicalizar a la población, el comunitarismo aboga por políticas que aborden las causas estructurales del malestar psicológico. Acceso a vivienda digna, empleo estable y espacios de socialización son elementos clave para mejorar la salud mental desde una perspectiva comunitaria. En diversos países, se han implementado modelos de intervención basados en el bienestar comunitario. Un ejemplo es el modelo de "salud mental en la comunidad" en países nórdicos, donde la atención se centra en la inclusión social y el fortalecimiento del tejido comunitario en lugar de una dependencia excesiva de la medicación.
Desestigmatización y participación ciudadana: Un enfoque comunitarista promueve la inclusión de personas con problemas de salud mental en la vida social y política, reduciendo la discriminación y fomentando su participación en la toma de decisiones que afectan sus vidas. La estigmatización de los trastornos mentales es una barrera importante para la recuperación. Programas que fomentan la educación pública y la integración laboral de personas con problemas de salud mental pueden ayudar a al bienestar psíquico y a promover una sociedad más inclusiva.
Críticas al modelo comunitarista de la salud mental
A pesar de sus ventajas, el modelo comunitarista también ha sido objeto de diversas críticas. Una de las principales objeciones es que el énfasis en la comunidad puede llevar a una sobrecarga de responsabilidades sobre el grupo, lo que podría desdibujar la necesidad de una atención especializada individualizada en casos severos de trastornos mentales.
Otra crítica importante es el riesgo de homogeneización cultural dentro de las comunidades. En algunos casos, el comunitarismo puede reforzar estructuras sociales rígidas que dificultan la autonomía del individuo. Por ejemplo, en comunidades donde existen normas culturales o religiosas restrictivas, la salud mental de ciertos individuos podría verse comprometida si el modelo comunitarista refuerza esas normas en lugar de cuestionarlas.
Asimismo, se ha argumentado que la dependencia de la comunidad como principal recurso para la salud mental puede ser problemática en sociedades donde las redes sociales están fragmentadas o son inexistentes. En contextos urbanos altamente individualizados, donde los lazos comunitarios son débiles, la efectividad de este enfoque puede verse limitada.
Por último, el modelo comunitarista puede minimizar la importancia de los avances en la Psiquiatría y la Neurociencia. Al centrarse en factores sociales y ambientales, corre el riesgo de desestimar el papel de los tratamientos médicos y farmacológicos que han demostrado ser efectivos para muchas personas con trastornos mentales graves.
Reflexión final
La filosofía comunitarista ofrece un marco teórico para repensar la salud mental en términos de redes de apoyo, participación colectiva y justicia social. Al desafiar el paradigma individualista, esta perspectiva nos invita a considerar el bienestar psíquico no solo como una cuestión médica, sino como un fenómeno intrínsecamente vinculado a la comunidad y al entorno social.
En última instancia, la incorporación de valores comunitaristas en la salud mental podría contribuir a la construcción de sociedades más solidarias y resilientes, donde el sufrimiento psíquico sea abordado desde una óptica de interdependencia y cuidado mutuo. En el comunitarismo radical del Ministerio de Sanidad éste es el fin último: la transformación de la sociedad. Una sociedad que se entiende que es injusta se puede mejorar - según la ideología comunitarista- actuando a través de las políticas de salud mental. La salud mental general mejoraría si mejora el apoyo mutuo en la comunidad. Y los profesionales de la salud mental pasaríamos a ser agentes de esta transformación social. Porque en este comunitarismo radical los vínculos y la solidaridad son más prioritarios que los conocimientos científicos.
En definitiva, los profesionales de salud mental quedaríamos al servicio de una ideología.